8 de abril de 2013

No es verdad


No es verdad. No es verdad. No es verdad.
Esta es mi nueva plana; no es verdad.
No, por más que se sienta cierto no es verdad.
Por más que exista el pasado. No es verdad.
Por más que haya futuro posible. No es verdad.
Como en los sermones de la iglesia me repito: no es verdad.

Es imprescindible recordarlo para no romperse.
Hay que saberlo para no caer siempre en el mismo error.
Y si se olvida, hay que repetirlo nuevamente: No es verdad.
Que sea como un mantra de la vida: No es verdad.
Así tus pies sean de carne y hueso, no es verdad.
Así tus manos sean de carne y hueso y flores, no es verdad.

Así tu pelo huela a cítricos refrescantes, no es verdad.
Y si tus uñas a veces huelen demasiado a esmalte, no es verdad.
Si tu nariz es tan suave como tu mejilla, no es verdad.
Si tus brazos saben más del oriente que de abrazos, no es verdad.
Si tienes frasquitos llenos de arena y hojas perfumadas, no es verdad.
Si tienes más de un estómago para llenar, tampoco; tampoco es verdad.

Que el gancho perfecto sea a la altura del ombligo, no es verdad.
Que una de las comidas más aromáticas sea la de Irán, no es verdad.
Que primero fue la luna, llena de aromas, detrás de una casa, no es verdad.
Que hubo conejos verdes, conejos pardos, y morsas andantes, no es verdad.
Que los lunes son el mejor día de la semana, no es verdad.
No es verdad. Así lo tenga metido en la cabeza, no es verdad.

No es verdad que al dar un paso la cintura haga un círculo perfecto. No es verdad.
El síndrome de abstinencia, la cama tan grande, no son verdad.
Que la vida encaje, a veces, como dos piezas, de manera perfecta; no, no es verdad.
Que haya distintas maneras de amarse, de quererse, no es verdad.
Que tu cintura se mueva al ritmo de la darbuka, no es verdad.
Que hayas nacido con los ojos del desierto de la arena más fina, no es verdad.

Hallar seguridad y calma en un pecho, no es verdad.
Las noches fuera de todo, negando cada regla, mintiendo, a escondidas, no son verdad.
Tu cuello de paloma, no es verdad.
Tu nuca, de pelos que bajan hasta el cerviz, con cada uno de sus vellos, no son verdad.
Tu espalda, en frente; tu rostro, de lado; tu pelo, cubriendo tu rostro, no son verdad.
Tus lágrimas de siempre, de la primera noche, del último día, no son verdad.

Las tardes de cine, las noches de velas y música y baños y aceites, no son verdad.
Tus labios, debajo de tus dientes, mordiendo: el deseo no es verdad.
Las palabras, tantas, tantísimas, escritas o dichas, no son verdad.
El veintitrés de octubre, la falda de colegiala, “conociéndote”, no es verdad.
Las mentiras, ni siquiera las mentiras ni tampoco las cosas honestas, no son verdad.
Tus labios, tan rojos a veces, tan rojos, no son verdad.

Tu sonrisa que es grande, que es bella, no es verdad.
Tus palabras, tu voz, tus sensibles orejas, no son verdad.
Tus viajes, tantos, todos esos, tus viajes, no son verdad.
Las diosas existen; tú, como diosa, tú, tú, tú; no eres verdad.
No, no es verdad. No es verdad. No es verdad.
Tanto trago, tantas noches, tanto de todo, de todo, de todo, no es verdad.

Que el mundo exista, tan bello, tan grande, tan lejos, no es verdad.
Que la comida sabe más rico, no es verdad. Maldita sea, la comida sabe siempre a lo mismo.
Ravioles, lomo salteado, pastas al burro, copas de vino caliente no son verdad.
Nada es verdad. Nada es verdad. Nada es verdad.
Tu voz, tu aliento, tu ojo derecho, tus dedos, tu frío en las noches, no son verdad.
Los poemas románticos de la última noche, no son verdad.

Nada es verdad. Nada es verdad. Nada es verdad.
Nada de esto es verdad. Nada de esto es verdad.
Quizá, si lo repito, si nada de esto es verdad, tampoco será verdad el final.
Los finales no son verdad. No son verdad. No son verdad. Porque la vida tampoco es verdad.

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