Su pubis era
negro, mucho más negro que sus ojos. Y yo lo miraba mientras ella abría sus
piernas. Era negro, incluso más negro que la oscuridad de esa alcoba; era un
lugar en el que no se reflejaba la tenue luz de luna que entraba por la
ventana. Sus dos brazos estaban apoyados sobre la silla. Sus hombros se ponían
a la altura de su mandíbula, levemente elevada, como retándome a enfrentarla, a
quedarme inmóvil frente a sus piernas largas y su boca.
Yo también
estaba desnudo, y ella podía ver mi cuerpo tan torpe, tan de chico delgado y
enclenque; pero solo me miraba a los ojos como si allí, en su mirada, estuviera
todo el erotismo, la sensualidad de su cuerpo. Yo no pensaba en eso entonces.
El aire era muy pesado, casi líquido. Me sentía irreal, como si no hiciera
parte de ese lugar ni de ese momento. Mi cuerpo parecía estar flotando; se
sentía leve y mi mirada comenzaba a hacerse ciega. Los rayos de luna fueron
desapareciendo a mi mirada, pero yo sabía que seguían ahí; tan solo quedaban
sus ojos y sus piernas abiertas y su pubis y sus brazos.
Me sentía
realmente torpe, como abstraído por su cuerpo extendido. Como si fuera un
animal acorralado, tenía el pecho hundido, las piernas recogidas y los brazos
pegados a mi cuerpo, y mi pubis de un negro incipiente. Yo entendía su cuerpo
como una invitación al mío, pero no me atrevía a moverme. Tan solo la miraba
largamente, con el corazón acelerado, mientras ella mantenía su pecho erguido
sin demostrar aburrimiento o exasperación. Tarde entendí que no, que no estaba
aburrida; estaba extasiada de mi mirada, excitada de ver mi cuerpo contra el
suyo, tan quieto, tan incapaz.
Bajó su mirada
por primera vez, por primera vez dejó de mirarme a los ojos para mirar entre
mis piernas, y entonces vio que mi cuerpo reaccionaba violentamente tan solo a
su mirada. Le bastaba un gesto, un movimiento para que todo en mí cambiara. Se
acomodó en la silla y entonces pude ver que su pubis negro sí brillaba,
brillaba más que sus ojos, bajo los rayos de la luna.
Nunca dijo una
sola palabra, nunca aceleró su respiración, nunca rompió el líquido aire que la
rodeaba mientras me miraba, me miraba, me miraba.
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