6 de septiembre de 2013

sobre mí, un muerto



todas las noches reposa sobre mí un muerto. todas las noches me usa de cama, desprevenida, descaradamente. todas las noches un muerto se posa sobre mi cuerpo y me interroga de manera implacable, me enfrenta contra su tiempo sin tiempo. quizá es por eso que todas las noches siento frío, y debo cubrirme con tres cubrecamas, una cobija y, a veces, poner la cabeza debajo de la almohada. ese muerto me reclama todo cuanto hice y dejé de hacer. ese muerto, que casi siempre sabe lo que dice, me abraza y me amenaza, y es que sabe mejor que nadie de mis miedos y confianzas.
todas las noches reposa sobre mí un muerto que me recuerda, de la manera más terrible, que estar vivo no es para siempre, y me empuja con su guadaña de cortar recuerdos para que siga caminando; no me deja descansar.
cuando despierto, decidido a luchar y a mandarlo a la mierda, ya parece haberse ido. pero yo ya no estoy tan seguro; hoy me di cuenta de un pedazo de ropa sospechosamente rasgado, un cierto sabor a tierra en el desayuno, un pedazo de piel especialmente frío, un colibrí empecinado en picar una flor marchita, un libro cerrado, un cierto sabor nuevo en mi boca, como a viejo, como a tiempo, como a olvido. será que poco a poco me va matando, así sin que yo me dé cuenta, sin prevenirme, sin advertirme. será que por eso me pincha con su guadaña, como recordándome, como diciéndome que mira, que aquí estoy, que no me olvides, que acuérdate que por la noche hace frío y estaré de nuevo preguntándote qué tanto te olvidaste de mí en el día, cabrón. si te olvidas de mí, te mueres, ¿oyes? si te olvidas de mí, te mueres.

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