29 de junio de 2013

Disolución


Encuentras resguardo en un gesto,
en una casualidad de siempre:
recoges tu pelo, pero nunca ese mechón,
que se mueve más lento que el aire.

Sabes que eres tú porque sonríes,
porque te reconoces frente al espejo,
con tus labios de algas marinas,
que son suaves y besan las heridas.

Regresas a tu alcoba, a tu cama,
a la voz con la que te identificas.
Regresas a ese espacio que es tuyo,
pero más allá de tu piel todo parece ajeno.

Llega la noche con tu música y tus libros;
llega esa extraña compañía que eres tú misma.
No entiendes ya ni tus propios huesos.

Del día quedan historias. No tu alma, no tu cuerpo.
Queda el tiempo que sigue, certero;
y eres tú y todos, por un instante, pisando el mismo cielo.

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