19 de junio de 2013

Nada más que eso


¿Y si no tengo nada que perder?
Quisiera, por un momento, depurar la vida.
Hacer un filtro de hechos consumados;
otro, de sucesos que no dependen de mí.

Quitarle a los lugares
su naturaleza de destino;
espacios en los que estamos
porque en algún lugar debemos estar.

Nada más que eso.
El agua, porque moja;
el aire, porque refresca;
los abrazos, porque dan calor.

Quisiera quitarle a los objetos
su naturaleza de pertenencia y utilidad;
cosas con las que nos relacionamos
porque la piel siente y el estómago pide.

Nada más que eso.
El hogar, porque cobija;
la ropa, porque abriga;
las flores, porque sí.

Dormir, porque descansa;
salir, porque el aire, porque los lugares;
caminar, porque cada paso;
un tinto, porque la calidez;
la palabra, porque tú, porque yo.

Las miradas,
las sillas,
el pasto,
los libros,
un poema,
tu voz,
mi piel,
un árbol,
el verano,
las sonrisas,
dos labios,
los párpados,
el almuerzo,
después, el postre,
la tarde,
la música,
el tiempo que nos separa,
el espacio que nos separa,
los momentos que nos unen,
esas miradas
que son abrazos
y besos
y palabras
y veinte años
o un segundo;
nada más que eso.

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