Si siento
envidia por algo
no es por
tu útero
no es por
tus trompas
no es por
tus anchas caderas (o no).
No es
tampoco por tus ojos
ni por
tus manos suaves (o no)
menos aún
por tus brazos
tus
hombros sensuales
no es por
tu pelo y tu cuello
que
recuerdan el olor de Eva
a quien
asocio directamente
no al
paraíso, sino a la compañía.
Si siento
envidia, no es de tu vientre
no es de
las curvas de tu cuerpo
(sean
para afuera o para adentro)
ni de tu
estructura ósea y craneana.
Si siento
envidia por algo
no es por
esa capacidad de enloquecerme,
ya me
enloquezco yo lo suficiente
estés o
no estés.
No, no
siento envidia de ti
ni de tu
historia, larga como los ríos
no siento
envidia de quien pare sueños
más que
otra cosa.
¿Y me
dices que debería?
No.
Siendo el hombre que soy,
siendo
otro, otra, alguien más
no
tendría esta oportunidad
oportunidad
de amarte
de
mirarte, de mimarte
de
acariciarte, de escribirte
de
cantarte en silencio
de sentir
la sangre
que se
acelera por tu causa
de
ponerme rojo
de
ponerme tímido
de sentir
deseo
de saber
que tus abrazos
son para
mí esenciales
tu voz,
tu cuerpo,
tus
emociones desesperadas
a veces
no
de
inspirarme por ti,
para ti,
contigo...
No
sentiría esta cosa tan linda
que es
ser hombre
y saber
que eres distinta
y aún así
me acompañas.
Muy sentido.
ResponderBorrarLo fue. Gracias por el comentario.
BorrarUn abrazo.