8 de marzo de 2013

No siento envidia


Si siento envidia por algo
no es por tu útero
no es por tus trompas
no es por tus anchas caderas (o no).

No es tampoco por tus ojos
ni por tus manos suaves (o no)
menos aún por tus brazos
tus hombros sensuales

no es por tu pelo y tu cuello
que recuerdan el olor de Eva
a quien asocio directamente
no al paraíso, sino a la compañía.

Si siento envidia, no es de tu vientre
no es de las curvas de tu cuerpo
(sean para afuera o para adentro)
ni de tu estructura ósea y craneana.

Si siento envidia por algo
no es por esa capacidad de enloquecerme,
ya me enloquezco yo lo suficiente
estés o no estés.

No, no siento envidia de ti
ni de tu historia, larga como los ríos
no siento envidia de quien pare sueños
más que otra cosa.

¿Y me dices que debería?
No. Siendo el hombre que soy,
siendo otro, otra, alguien más
no tendría esta oportunidad

oportunidad de amarte
de mirarte, de mimarte
de acariciarte, de escribirte
de cantarte en silencio
de sentir la sangre
que se acelera por tu causa
de ponerme rojo
de ponerme tímido
de sentir deseo
de saber que tus abrazos
son para mí esenciales
tu voz, tu cuerpo,
tus emociones desesperadas
a veces no
de inspirarme por ti,
para ti, contigo...

No sentiría esta cosa tan linda
que es ser hombre
y saber que eres distinta
y aún así me acompañas.

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