Estamos
terriblemente organizados
todo en
su respectivo lugar.
La cama,
en el cuarto
El techo,
arriba
Las
matas, en las materas
Las
montañas, en el horizonte
El sol,
en el oriente
Los
pobres, en la calle
Los un
poco menos, en casas de cartón
Los que
algo pueden, en casas de madera
Los que
pueden un poco más, al sur
Y así,
hasta el norte
Hasta las
mansiones de los ricos
La finca
del señor presidente
Las
tierras de los terratenientes
Los
clubes de campo para descansar de tantas monedas.
En los
colegios, forman por tamaño
Y están
los niños
Antes, en
el jardín
Después,
en el técnico, en la universidad
En el
trabajo, trabajando
En la
calle, caminando
En la
casa, aseando.
Sabemos
que estamos terriblemente organizados
cuando
para desorganizarnos nos organizamos
en las
discotecas, bailando
en los
karaokes, cantando
en los
barra-libre, embriagándonos
en los
corros, drogándonos
con las
mismas canciones de siempre
en los
mismos sitios de siempre
con las
mismas drogas de siempre
que todos
escuchamos
que todos
frecuentamos
que todos
consumimos.
Leemos
las mismas cosas
conocemos
a los mismos famosos
vemos los
mismos realitis
las
mismas telenovelas
las
mismas películas en cine
(curioso:
la película que ven pocos,
los
diferentes,
salen de
cartelera).
Es un
milagro que pensemos distinto
es un
milagro que desacordemos en cosas simples.
Quizá ese
sea el desorden
que nos
salve de tanto orden.
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