Escribir como si fuera el agua que brota de la tierra; no sus lágrimas, no su sangre: su simiente.
Escribir sin saber adónde, o a cuántos. El lugar es el mundo, la cantidad lo suficiente.
Escribir con las manos desatadas, con los labios de los ríos, con los besos de las fuentes.
Escribir amigo del silencio, padre del juzgado, hijo del justo, hermano del odiado.
Escribir de un árbol y su hoja, de un hijo y su cuidado, de un campesino y su arado.
Escribir el hambre y lo que dudo, lo débil y lo absurdo, lo gentil, lo esperanzado.
Escribir con un dios y una serpiente, un jardín y lo prohibido, un vacío y su cayado.
Sujeto a posibles futuras confecciones, como todo humano, como cada día de la creación de la Tierra.
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