28 de octubre de 2013

Preguntas sobre dos cuerpos

Hoy, como siempre, repaso mi cuerpo.
Soy el mismo.
Tengo dos manos, como ayer;
mis labios quizá estén un poco más resecos.
Repaso mi cuerpo, desnudo, y lo confirmo:
soy el mismo.
Quizá un pelo de más, quizá un pelo de menos,
quizá la piel un poco más cerca de la muerte.
Mi altura no cambia, por lo menos no perceptiblemente.
Emito un sonido y lo confirmo:
mi voz no es otra que la que fue ayer.
Y entonces, ¿a qué viene esta tristeza?
No lo sé. La nariz sigue en su sitio.
Nada se ha hecho más grande ni más pequeño,
los malos olores siguen siendo malos olores,
no he perdido ningún diente.
Me miro en el espejo, pero ahora dudo:
¿ese joven que me mira, inmóvil, soy yo?
Sí, soy yo.
Sigo siendo yo.
Y aquella mujer que antes me vendía hamburguesas,
y ahora pide limosna en el barrio, ¿es la misma?
Repaso su cuerpo como el mío.
Tiene dos manos, como ayer;
sus labios quizá están un poco más resecos.
Repaso su rostro y lo confirmo;
es la misma.
El pelo, sucio; la piel, llena de tierra.
Emite un sonido y lo confirmo:
su voz no es otra que la que siempre escuchaba.
Los malos olores se acumulan;
no ha perdido ningún diente.
Sí, es ella.
Sigue siendo ella.
Y entonces, ¿qué hace durmiendo en la calle?
No lo sé. A quién podría pedirle respuestas.
Me mira, inmóvil, mientras me pregunta cómo estoy.
Triste, pienso. Muy triste.

Las palomas siguen escarbando la basura de cada esquina.

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