este
es un mensaje al más allá.
reporte
número ciento treinta y tres, segunda carpeta, tercer folio.
sepan
que dentro de mí ha llovido la lluvia que limpia
sepan
que esto hubiera sido imposible sin irme a descubierto, sin nada más
para protegerme que mi piel.
sepan
que no ha sido fácil, para nada fácil. me ha dolido tanto más
caminar sin rumbo, pero también me ha mostrado cuánto de bueno hay
en cada cosa.
sepan
que a pesar de la nostalgia, he perdido mis temores. tan solo me
quedan las certezas de mí mismo.
sepan
que a pesar de la melancolía, supe recordar sin añorar, y supe
saborear cada plato aún sin tener más que arena a la mano.
sepan
que aprendí a aprender, que aprendí también a desaprender, y que
aprendí a entender cuanto pude de las inasibles verdades.
sepan
que extraño, sepan que recuerdo con el amor intacto, con el amor
puro, que no sería capaz de volver a amar sin la pureza.
sepan
que hay luces y sombras, porque, así como la verdad, todo es
inasible. todo excepto mi propio cuerpo.
y
entonces, sepan que cuando tuve frío me abracé con mis propios
brazos, que iban llenos de las cobijas que ustedes me enseñaron.
sepan
que aunque hubo momentos malos, sé que fueron para bien, porque
ahora me conozco y conozco mejor lo que es malo para mí, que para
nadie más lo es porque aprendí, también, que cada quién no tiene
más que su propio cuerpo, y no puede esperar un abrazo más que de
sus propias manos, y si quiere besar terriblemente, tendrá que
cerrar los ojos y recordar cuanto es terrible, brutal, recordar todo
lo que fue capaz de recibir, para recibirlo nuevamente como si nunca
antes hubiera llegado.
quizá
es esto lo que más me sorprende. sé que nada me pertenece más que
mi propio cuerpo, hasta que muera. entonces ya nada será mío:
aprendí que para volver a casa es necesaria la conciencia de no
estar volviendo a la misma casa, es decir, tener la conciencia de que
cuanto viene es nuevo, y aunque sea la misma casa es un nuevo
descubrimiento.
así
es como quisiera volver, si vuelvo. caminar por los caminos, valga la
redundancia, y volver como por accidente, porque entonces no esperaré
encontrar las mismas sillas, ni la misma cama, ni la misma hoguera (a
pesar de que serán las mismas), y me sentaré y me acostaré y me
calentaré de nuevo, no como volviendo de un largo camino, sino como
siguiéndolo, como si nunca hubiera habido regreso y por casualidad,
por causalidad, no estar volviendo de la historia, sino estar
haciéndola dentro de mi camino.
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