Es difícil perderle el miedo a las palabras, dejar que
tomen vida propia. Ellas conocen su casa, conocen también los caminos que la
llevan a los destinos deseados. Y son capaces de perderse y buscar, salirse del
camino para encontrar destinos inesperados. Saben por dónde llevarnos para
volvernos locos y por dónde para volvernos cuerdos. Saben que en el mundo
estamos solos y que sin ellas no somos nadie, ni uno ni mil ni dos. Son cura y
sustento, y enfermedad y decadencia. Pueden hacernos acreedores del paraíso o
del más horrible infierno.
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