Supongo que algunas cosas dejan de importar con el paso
del tiempo, y eso es importante.
Nunca he hecho este ejercicio: narrar mi presente. Siempre
estoy recordando, mirando las cosas en retrospectiva.
Estoy sentado en medio del silencio, si por silencio no se
entiende la completa ausencia de sonidos. Suena el teclado, suenan los carros
en la avenida, suena la nevera y algunas personas que se encuentran cerca. Sé
que afuera hay noche aunque no la veo, y sé que me embarga un sentimiento de incertidumbre
aunque no sepa asirlo todavía, y estrujarlo, ahorcarlo, sofocarlo. Es una
incertidumbre que a veces me supera como el peso del futuro; supongo que será
cuestión de la edad. Supongo que cuando tenga ochenta años, si llego a tener
ochenta años, lo que me pesará es el pasado.
El silencio sigue y las teclas suenan todavía más fuerte.
El sueño, gracias a la oscuridad, empieza a dominar mi cuerpo y mis
movimientos, que cada vez se hacen más pesados con el peso del pasado. Pasado
pesado, futuro pesado, presente pesado. Y me duele la cabeza de nuevo; o mejor,
me sigue doliendo porque me ha dolido todo el día a ratos. Así como la
incertidumbre que me llena: a ratos.
Es como vertir muchos colores en el agua… verter. Son
todos ajenos a la transparencia, pero la transparencia empieza a desaparecer,
los colores luchan los unos contra los otros por cubrir esa transparencia, se
pelean entre sí hasta que terminan mezclándose inevitablemente. Y el agua
transparente se convierte en un revuelto de colores que no es ni rojo, ni
verde, ni azul, ni nada. Es una mancha que parece que lo único que pretende es
dañar esa transparencia y hacerla olvidar. Y entonces me convierto en
incertidumbre, pues sé que todos los colores están ahí, al igual que la
transparencia, pero no logro saber cómo se han convertido en esa mancha
embargadora. O mejor, no logro descifrar cómo esa mancha es en realidad todos
los colores, incluyendo la transparencia.
Y aún así, me baño en el agua manchada, y salgo
desnudo chorreando una mancha incomprensible llena de todos los colores que
algún día se convertirán, con suerte, en la transparencia que alguna vez
fueron.