28 de noviembre de 2012

21.


Supongo que algunas cosas dejan de importar con el paso del tiempo, y eso es importante.

Nunca he hecho este ejercicio: narrar mi presente. Siempre estoy recordando, mirando las cosas en retrospectiva.
Estoy sentado en medio del silencio, si por silencio no se entiende la completa ausencia de sonidos. Suena el teclado, suenan los carros en la avenida, suena la nevera y algunas personas que se encuentran cerca. Sé que afuera hay noche aunque no la veo, y sé que me embarga un sentimiento de incertidumbre aunque no sepa asirlo todavía, y estrujarlo, ahorcarlo, sofocarlo. Es una incertidumbre que a veces me supera como el peso del futuro; supongo que será cuestión de la edad. Supongo que cuando tenga ochenta años, si llego a tener ochenta años, lo que me pesará es el pasado.
El silencio sigue y las teclas suenan todavía más fuerte. El sueño, gracias a la oscuridad, empieza a dominar mi cuerpo y mis movimientos, que cada vez se hacen más pesados con el peso del pasado. Pasado pesado, futuro pesado, presente pesado. Y me duele la cabeza de nuevo; o mejor, me sigue doliendo porque me ha dolido todo el día a ratos. Así como la incertidumbre que me llena: a ratos.
Es como vertir muchos colores en el agua… verter. Son todos ajenos a la transparencia, pero la transparencia empieza a desaparecer, los colores luchan los unos contra los otros por cubrir esa transparencia, se pelean entre sí hasta que terminan mezclándose inevitablemente. Y el agua transparente se convierte en un revuelto de colores que no es ni rojo, ni verde, ni azul, ni nada. Es una mancha que parece que lo único que pretende es dañar esa transparencia y hacerla olvidar. Y entonces me convierto en incertidumbre, pues sé que todos los colores están ahí, al igual que la transparencia, pero no logro saber cómo se han convertido en esa mancha embargadora. O mejor, no logro descifrar cómo esa mancha es en realidad todos los colores, incluyendo la transparencia.
Y aún así, me baño en el agua manchada, y salgo desnudo chorreando una mancha incomprensible llena de todos los colores que algún día se convertirán, con suerte, en la transparencia que alguna vez fueron.

27 de noviembre de 2012

A qué juego yo


A qué juego yo
a la búsqueda de un tesoro que no encontraré
a levantar cada piedra del camino
a perturbar la vida bajo tierra
y volver a ubicar la piedra sobre los pequeños animales
A qué juego
a perder el tiempo y salir corriendo, desesperado
a cazar libélulas, luciérnagas, luces sin sol
a estar desequilibrado en la cuerda sobre el precipicio
y caer gritando, sollozando, sobre la piedra de los pequeños animales
A qué juego yo
a levantarme cada mañana por la izquierda
a ponerme los zapatos como de princesa a medianoche
a jugar con los relojes en busca del tiempo perdido
y que las campanadas suenen, y yo me vuelva de nuevo a mis cobijas
A qué juego yo
a inventarme un nuevo idioma que solo yo entienda
a escribir códices indescifrables
a vagar, y vagar, y vagar, sin saber qué jugar después
y desesperar mientras encuentro un nuevo juego
A qué juego yo
a andar de espáiderman por la vida, disfrazado
a ponerme gafas nuevas, pantalones nuevos, cara nueva
a no cansarme de jugar todos los días los mismos juegos
y seguir jugando, esperando que algún día pueda decir
A qué juego yo
a juegos viejos, a rodar el trompo y ensartar la coca
a las escondidas, a la cocina, los carritos y las muñecas
a salir corriendo como guepardo sin destino
y solo correr, perdido, por la selva
A qué juego yo
a cazar frutos podridos, a desenterrar gusanos
a tener un olfato mejor que el de un perro
a pretender que los demás entiendan a qué juego yo
y que algún día no pregunten
A qué juego yo
y les tenga que responder, con lágrimas en los ojos
y les tenga que explicar, con un nudo en la garganta y en el pecho
y vea, impotente, que no me entienden cuando les diga
¡a la vida, carajo, yo juego a la vida!

23 de noviembre de 2012

18.


Es difícil perderle el miedo a las palabras, dejar que tomen vida propia. Ellas conocen su casa, conocen también los caminos que la llevan a los destinos deseados. Y son capaces de perderse y buscar, salirse del camino para encontrar destinos inesperados. Saben por dónde llevarnos para volvernos locos y por dónde para volvernos cuerdos. Saben que en el mundo estamos solos y que sin ellas no somos nadie, ni uno ni mil ni dos. Son cura y sustento, y enfermedad y decadencia. Pueden hacernos acreedores del paraíso o del más horrible infierno.

13 de noviembre de 2012

16


Que nos invada la oscuridad
Que se nos acaben las baterías
Que la luz entre en huelga hasta nuevo aviso
Que los días sean noches eternas
Que los relojes se detengan
Que llueva torrencialmente
Que el sol se apague, por un tiempo
Que solo nos quede el tacto para reconocernos
Que nos queden también los gritos, para encontrarnos
Que se caigan las líneas, que se apaguen los faros
Que los ríos se desborden de sus fronteras
Que las selvas pierdan sus límites
Que ningún animal entienda lo que está pasando
Que la electricidad se detenga
Que los motores se desgasten
Que los invada el óxido de toda una vida
Que sea tras un segundo de haber colapsado
Que sea imposible dar un paso con certeza
Que sea imposible ver más allá del párpado
Que los alambres se herrumbren
Que los árboles se llenen de musgo
Que no veamos que nos invade el pasto que pisamos
Que se nos acabe la gracia
Que se nos termine la pendejada de que somos humanos
Que se rompan las losas
Que se hundan los barcos
Que colapsen los túneles
Que sean estúpidos los contratos
Que lo único que quede
Que la única gracia que por suerte encontremos
Sea la de dar con alguien, quien sea
Y acompañarnos.

3 de noviembre de 2012

Juana la hermosa


Juana la hermosa era la más hermosa
tan hermosa que los espejos le dolían
el reflejo en las vitrinas le dolía
el reflejo en cualquier vidrio le dolía.
Juana la hermosa se despeinaba
se maquillaba con rímel para luego llorar
comía aguacate para tener acné
pero todo era inútil. Ni las ojeras
ni el rímel corrido
ni el pelo enredado
ni siquiera la mala cara
hacía que le dolieran menos los espejos,
los vidrios, o cualquier reflejo.
Un día, Juana la hermosa
pensó en volverse ciega
pero hubiera sido insoportable
no ver las estrellas.
Y entonces, Juana la hermosa
lloró
gritó
golpeó
deseó
ser fea
tan fea
más fea
para que no le dolieran los espejos.
Y de tanto desespero,
se cansó,
durmió,
y soñó.
Soñó un mundo sin espejos
soñó que Alicia atravesaba una pintura
soñó que Narciso no se ahogaba
soñó que la bruja no sabía quién era la más bella.
Y entonces rompió los espejos,
de su cuarto, de su baño,
y al salir
no miraba ningún reflejo.
Y le dejaron de doler los espejos
y dejó de intentar ser fea
y dejó de correrse el rímel
de tener ojeras, de tener mala cara,
de comer aguacate por montones
y el pelo enredado.
Y descubrió, sin darse cuenta
que no era más que Juana
a la que ya no le dolían los espejos.