Comienzo a sentir un mundo nuevo.
Ahora los ríos ya no me ahogan;
bebo de ellos.
Siento su agua fría de montaña.
Mis dedos dejan de ser los que eran;
su piel cambia, se hace más dura, más gruesa.
Es necesario para sostenerme
de las ramas que encuentro en el camino.
Eso no impide que sienta tu piel suave,
que separe tus hojas
llenas de espinas
para beber el agua que guardas.
No solo el río da de beber.
Así el suelo deje de ser de tierra,
así los árboles dejen de ser madera,
así tu piel nunca vuelva a ser la misma,
mis pies están sobre este mundo que es el nuestro.
Alzo la mirada y respiro;
ahora todo está a mis pies.
No me malentiendas;
a mis pies veo los horizontes que me regalas;
recorrerlos me tomaría meses de nuevos caminos.
Sabes que esto no se trata de ti ni de mí.
Sé que tan solo nos estrechamos las manos por un segundo,
y cada quién sigue viviendo.
Prometo no decir tu nombre. No te asustes.
Eres mi secreto. Yo, el tuyo.
Gracias por este encuentro,
prometo escribirte;
es un regalo. Que nadie más lo sepa.
Gracias por enseñarme a vivir una vez más.
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