20 de noviembre de 2013

Sin poesía


Hagamos evidentes las metáforas,
destrocemos cierta poesía para ver si queda algo de ella.
Digamos que las flores ya no son flores;
son vaginas abiertas
y el fresco rocío de la mañana
son sus secreciones.
Digamos que los bosques dejan de ser bosques por un día;
los declaro el bello púbico
que guarda lo que antes fueran flores.
Por hoy no se necesitan barcos para recorrer tu cuerpo,
por hoy las vergas no son vergas de mar;
hoy mis dedos están sobre tu piel
que no tiene otras palabras.
Hoy dejo de ser inmortal y de morir,
ya tu presencia no afecta mi supervivencia;
estoy contigo, estamos vivos simplemente,
como cuando voy por la calle,
como cuando tomo leche,
como cuando tengo frío.
Si tu piel se sonroja, es eso.
Si tus manos agarran con fuerza las cobijas, es eso.
Si gimes y se te escurre la saliva, pues eso es.
Hoy quiero quitarle la poesía a la poesía, a ver qué queda.
Ya no me haces el amor en verso,
ya no recorro el mundo en cada orgasmo,
ya no eres mi viento, mi fuego o mi tierra;
eres lo que eres en el instante en que lo eres.
Cuando me gritas, mis oídos se incomodan.
Cuando me acaricias, siento cosquillas.
Si te miro, te veo. Si me miras, me ves.
Estamos recostados sobre la cama
ya despojados de toda poesía.
Solo quedan nuestros cuerpos desnudos,
los restos de semen sobre las sábanas que tendremos que lavar,
tomados de las manos, mirándonos,
sintiendo el sabor a sexo en la boca.
Hoy beso tus labios,
hoy pongo mi mano izquierda sobre tu seno izquierdo,
hoy te miro a los ojos
cubiertos por una leve capa de lágrimas
que no demorará en caer sobre la almohada.
Hoy me abrazas,
pones tu cabeza sobre mi pecho,
me dices te amo, te quedas dormida,
te digo te amo, y duermo también.

19 de noviembre de 2013

Vivir una vez más


Comienzo a sentir un mundo nuevo.
Ahora los ríos ya no me ahogan;
bebo de ellos.
Siento su agua fría de montaña.
Mis dedos dejan de ser los que eran;
su piel cambia, se hace más dura, más gruesa.
Es necesario para sostenerme
de las ramas que encuentro en el camino.
Eso no impide que sienta tu piel suave,
que separe tus hojas
llenas de espinas
para beber el agua que guardas.
No solo el río da de beber.
Así el suelo deje de ser de tierra,
así los árboles dejen de ser madera,
así tu piel nunca vuelva a ser la misma,
mis pies están sobre este mundo que es el nuestro.
Alzo la mirada y respiro;
ahora todo está a mis pies.
No me malentiendas;
a mis pies veo los horizontes que me regalas;
recorrerlos me tomaría meses de nuevos caminos.
Sabes que esto no se trata de ti ni de mí.
Sé que tan solo nos estrechamos las manos por un segundo,
y cada quién sigue viviendo.
Prometo no decir tu nombre. No te asustes.
Eres mi secreto. Yo, el tuyo.
Gracias por este encuentro,
prometo escribirte;
es un regalo. Que nadie más lo sepa.
Gracias por enseñarme a vivir una vez más.

12 de noviembre de 2013

Réquiem


Antes de que nos alcancen las balas,
antes de que caigan las bombas,
antes de salir de casa, olvidar las llaves,
y no volver ya nunca más;

antes de perder la cabeza,
antes de que la muerte llegue
y con ella la impunidad del olvido
porque quien muere ya no recuerda nunca más;

antes de que la piel se vuelva gris,
antes de que los ríos se tiñan de rojo,
antes de cerrar los ojos cada noche
sin saber si vendrá un sueño más;

antes de que el dolor duela,
antes de que la tristeza llore,
antes de que lo que era nuestro mundo
se convierta en un retrato demasiado fiel de la realidad;

antes de perder la mirada limpia,
la sonrisa grande, el abrazo seguro,
los pies que, felices, bailaban;
antes de entender la fatalidad del tiempo

dame un último beso que no muera,
mírame a los ojos y sonríe,
abrázame fuerte, muy fuerte,
tan fuerte que no quede aire entre nosotros,
que las balas no nos desgarren,
que las bombas no nos destrocen,
que el tiempo no pueda quitarnos la piel desnuda,
y la lluvia no nos moje
y el dolor no nos duela
y la tristeza no nos llore
y que no se nos ensucie la mirada
y no perdamos la sonrisa;

que no sintamos que se nos va la vida
justo antes de morir.