Deja de
huir.
Deja de
pretender que no estuviste aquí,
que no
caminaste descalza mientras la hierba te acariciaba,
mientras
te hacía cosquillas a cada paso.
Deja de
huir.
No
quieras olvidar que gritaste,
que
gritaste con todas tus fuerzas queriendo ser escuchada;
ahora
asume que alguien quiso oírte.
Ya basta
de quejas.
Ya basta
de ignorancias intencionadas,
ya basta
de no devolver las caricias,
las
miradas ni los besos que te dieron.
Ya basta
de pretender ocultarte en la poesía o el romanticismo;
ocúltate
en una cueva olvidada y no salgas.
Haz las
cosas como es debido.
Pero si
no, si quieres dejar de huir,
si
quieres dejar atrás ese patetismo estúpido,
si
quieres volver a la hierba, al grito, a la vida…
Deja de
hacerte la olvidada,
quizá ni
siquiera te recordaron.
Deja de
hacerte la víctima,
quizá ni
siquiera te buscaron.
No
desfallezcas, te necesitamos.
No nos
engullas hacia tu decadencia,
no nos
lleves contigo que nos duele,
no nos
dejes a la deriva
mirándonos
desde el muelle,
desde la
tristeza,
desde las
lágrimas,
desde el
dolor reprimido.
¡Lánzate
al agua, maldita sea!
Es una
tormenta terrible,
es un
huracán irrebatible,
es un
trecho innavegable,
¡Pero
lánzate al agua!
¡Rápido,
antes de que nos alejemos!
¡Te
necesitamos, te necesitamos!
¡No temas
ahogarte!
Por lo
menos no morirías inmóvil
De pie en
la orilla de la tormenta, del mar o de la calle.
Quizá así
volverías a la hierba, al grito y a la vida,
y
dejarías atrás ese estúpido patetismo.
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