He muerto;
ahora me pregunto por mi cuerpo.
No me definen ya las palabras,
me define el tiempo que me cubre
y que me ha tendido un velo en la
mirada.
El iris ha perdido su color
se confunde con la pupila que ya no
mira
ni reconoce formas
ni reconoce texturas;
ya no podría nombrar este mundo que
era mío.
Los viejos sabores que reconocía mi
boca
ahora ya no tienen ningún gusto;
extraño el candor de mis labios
al probar algún fruto desconocido.
El silencio me conforta más que
cualquier melodía,
me conforta este silencio sepulcral
con que me ha recibido la muerte.
Es como si ya mi cuerpo hubiera cedido,
como si mi piel se hubiera ya deshecho;
ya ni siquiera me soportan los huesos.
Sigo en pie por razones que no
entiendo.
Voy detrás de una pista;
las contradicciones que tejen mis manos
la confianza que sigo teniendo
en la yema de mis dedos.
En ellas tengo la vida que tuve
y la que seguiré teniendo.