No hay voz que no sea la mía, pero me
niego a abrir los labios.
Todo aquello que nombro, muere.
No poseo más que una red de pesca para
atrapar mis palabras,
que son como pescaditos que nadan
invisibles en el aire
que huyen, fatales, hasta que alcanzan
su destino.
Nombro la rosa, la inmarcesible, y se
la lleva el viento,
se aleja transfigurada en palabra, sin
color ni olor,
sin forma definida para tomarla entre
las manos;
atraviesa mi red de pesca y no vuelve.
Digo luna y ella, de inmediato, pierde
su brillo;
y los mares enloquecen, y no veo mi
camino,
pero siento el frío en que se ha
convertido:
una brisa recorre mi cuerpo y luego se
va y no vuelve.
Y ojalá fuera tan solo eso.
Si digo abrigo desaparece parte de mi
armario,
pero también se van volando los
abrazos
se van volando incluso las palabras,
esas palabras atesoradas en un cofre
secreto.
Nunca aprendí a callarme.
Sucede incluso en los momentos más
inesperados.
Palabras dichas sin darme cuenta:
Zapatos, zancudo, yema (solo la clara),
equis, ventana, verde, unión, taladro, techo, tubo, tuba, sapote,
sierra, piano, puerta, piso, pluma, olla, orden, nenúfar, nimio,
nomo, nido, mesa, mata, matera, muchacha, mediterráneo, luz, libro,
lana, loma, lima, limón, lulo, lente, ca, jirafa, jamón, imanes,
hilo, gorro, gato, faro, festivo, fruna, eclipse, espejo, diario,
disco, data, conejo, catalejo, cojín, café, bisonte, binario,
boscoso, amanecer, ala, arnés, amarillo, anís, amor.
De a pocos, el mundo se hace suspiro.
Todo se lo lleva el viento.
No sé dónde apoyo mis pasos;
ya dije pasto, ya dije vaso,
ya dije trozo de alma mía.
Necesito llamarte, pero temo decir tu
nombre.
Llega, llega y no me pidas palabras.
Llega tan solo. Yo prometo guardar
silencio, prometo no nombrarte nunca.
Prometo no decir nuestros secretos.
Nombra todo aquello que he perdido;
quizá en tu voz vuelva la rosa, la
luna y los abrigos.
Pero si no vienes pronto, tan solo me
quedarán dos palabras.
La segunda de ellas será mi nombre.