29 de septiembre de 2012

De cómo aprendí ya no me acuerdo


Una niña de 4 años me enseñó a ver elefantes.
Mejor dicho, me enseñó a ver que las cosas no son lo que son.
Me enseñó que un río puede pasar por encima de un puente
Mientras debajo un pajarito escuchaba silbar a un ratón.

Aprendí que verde es una hoja marchita (no hay café),
Y que rojo es el color de la sangre de las plantas.
Me dijo que todo lo que me contaba era un secreto,
Y me enseñó que los secretos eran de todos.

Aprendí que un dedo sirve más que un esfero,
Sobre todo cuando se quiere dibujar con tierra.
Agarró una hoja, me la pasó, y me dijo que hiciera un árbol.
Me pasó un puñado de tierra y me dijo “ahí te alcanza para tres árboles”.

Así es que yo dibujé un árbol; tronco, hojas, suelo y raíz.
Pensé que me iba a regañar, que me iba a decir que eso no era un árbol.
Me dijo que dibujaba muy bonito, que ella quería dibujar como yo.

Yo le pregunté qué era una de las rayas que había hecho.
Dijo que era la Tierra, llena de flores y gente caminando.
Yo quiero dibujar como ella. O mejor, ver la vida como ella.

Sé que me la voy a cruzar en unos años sin reconocerla.
Sé que su nombre empieza por M, y que esto sucedió en la Universidad.
Sé que su visión del mundo ya no va a ser la misma.

Pero quizá haya aún muchos secretos que nos podamos contar.
Ojalá se acuerde de cómo dibujaba con tierra.

Ojalá se acuerde de que las cosas no son lo que son,
sino lo que uno quiere que sean.

Que lo único que hace falta es dibujarlas con tierra,
y darles el color que mejor le parezca.