11 de octubre de 2009

Uno

Uno

Tengo ganas de escribir palabras que corran por la conciencia sin olvido, agarrándose de la memoria hasta sus últimas consecuencias, palabras que impidan el paso de la marginalidad del tiempo por aquellos sucesos que poco a poco se van transformando en tan sólo algo más de la inercia inevitable del pasado. Quisiera marcar un gran momento en la historia con algunas palabras sencillas, mover terremoto todas las almas; quizá así no les quede más remedio que escuchar.

Pero las palabras no bastan para cambiar el mundo, las palabras, a riesgo de parafrasear a Gelman, no comprarán entradas a cine, ni conquistarán corazones. Qué no le gustaría más a un usuario de la humilde herramienta de la palabra escrita.

Sé que no cambiaré el mundo con estos trozos de idioma, no cambiaré ni siquiera mi país, mi ciudad, mi familia. Las palabras no lograrán nunca alcanzar el poder de la acción. Soy ambicioso, o no y me engaño, o simplemente es algo a mi manera personal y distraída, irresponsable, y en parte por esto siempre que escribo es una pequeña derrota. Y me digo que las derrotas son necesarias, pero también tengo fe de que las palabras son el alma de las acciones. De que sin las palabras no seríamos estos seres autonombrados humanos, sin las palabras no habría manera de hacer reaccionar a los demás, no tendríamos la más mínima posibilidad de ser parte de un todo. Sin el discurso no forjaríamos el personaje que pasará al escenario. Sin el discurso no lograríamos ganar el interés del personaje que es el público.

Así que escribo. Algo de esperanza es la fuerza, algo de carácter la entereza. Quizá no cambie el mundo, pero espero sinceramente ayudar en lo más mínimo a forjar algunos personajes dispuestos al cambio, a la negación de las afirmaciones que por doquier nos bombardean.

No siendo más, espero que la sencillez no se pierda.



A manera de inauguración e introducción,

Santiago Pessoa