no se trata de ti o de mí.
podríamos ser cualquiera entre la gente
podríamos ser cualquiera entre la gente
quizá el pelo un poco más largo
la sonrisa un poco más clara
y una mirada limpia entre tantas otras.
atrás quedaron los ríos,
los paisajes que anduvimos
recogiendo hojas secas y flores
respirando el aire limpio entre la niebla.
ya pasaron los atardeceres que vimos
las mañanas en que despertamos juntos
compartiendo anécdotas de nuestra niñez
de esos días en que fuimos tan felices.
dejó de ser nuevo el mundo que fuimos descubriendo
unas veces con desolación, otras con alegría
buscando refugio en lo que conocíamos
para sentirnos siempre a salvo.
quedó impuesta entre nosotros la distancia
y el lugar que habitamos en el mundo es uno diferente.
reconocemos el dolor al saber
que de nuevo somos quienes siempre fuimos:
un instante, una coincidencia que termina
una corriente de aire entre los árboles, y luego la quietud.
un encuentro.
quizá sea momento de esperar que pase el dolor
ser de nuevo paciencia y cuidado
recordar que no habitamos el tiempo;
nuestro hogar es nuestro cuerpo.
no se trata de permanecer enteros
de resistir la embestida de las olas
y no naufragar.
se trata de quebrarse,
de descubrir qué es lo que queda en pie
cuando el dolor desaparece.
vagar de nuevo por el mundo
recostarse en sus playas, y dejarse llevar
en el vaivén de las olas sobre la arena
caminar entre sus selvas escuchando el murmullo de la vida.
la sonrisa un poco más clara
y una mirada limpia entre tantas otras.
atrás quedaron los ríos,
los paisajes que anduvimos
recogiendo hojas secas y flores
respirando el aire limpio entre la niebla.
ya pasaron los atardeceres que vimos
las mañanas en que despertamos juntos
compartiendo anécdotas de nuestra niñez
de esos días en que fuimos tan felices.
dejó de ser nuevo el mundo que fuimos descubriendo
unas veces con desolación, otras con alegría
buscando refugio en lo que conocíamos
para sentirnos siempre a salvo.
quedó impuesta entre nosotros la distancia
y el lugar que habitamos en el mundo es uno diferente.
reconocemos el dolor al saber
que de nuevo somos quienes siempre fuimos:
un instante, una coincidencia que termina
una corriente de aire entre los árboles, y luego la quietud.
un encuentro.
quizá sea momento de esperar que pase el dolor
ser de nuevo paciencia y cuidado
recordar que no habitamos el tiempo;
nuestro hogar es nuestro cuerpo.
no se trata de permanecer enteros
de resistir la embestida de las olas
y no naufragar.
se trata de quebrarse,
de descubrir qué es lo que queda en pie
cuando el dolor desaparece.
vagar de nuevo por el mundo
recostarse en sus playas, y dejarse llevar
en el vaivén de las olas sobre la arena
caminar entre sus selvas escuchando el murmullo de la vida.